Eslavos pero latinos, centroeuropeos pero mediterráneos; los polacos
siguen siendo bastante fieles a sus costumbres así como tradicionales con respecto
a las normas de comportamiento. Para ellos, la educación es muy importante.
Pero ante todo, los polacos son muy hospitalarios, de acuerdo con el proverbio “huésped
en casa, Dios en casa”.
El carácter polaco
Nación de costumbres arraigadas, la
hospitalidad de los polacos se pone de manifiesto al recibir a los huéspedes con pan y sal, tradición que perdura principalmente en ambientes
rurales. Con esta actitud, las barreras lingüísticas desaparecen: la cordialidad
de los gestos sustituye a la conversación.
Cada pueblo tiene su idiosincrasia y así
ocurre también con los polacos, que por un lado están muy unidos a su historia,
tradiciones y cultura y, por otro, se mantienen muy individualistas.
La tradición sármata (culturas
prerromanas de los europeos del Este) ha influido mucho en el carácter polaco,
que es una mezcla de rasgos como la hospitalidad, despreocupación, derroche de
generosidad, alto sentido de honor y peculiar sentido del humor.
Esa mezcla conduce a la diversidad y a
un trato interesante. Al polaco le gusta hablar mucho de su familia así como de
la política, incluso de sus sueños y aunque se queja, siempre encuentra el lado
optimista.
En la calle, el polaco se puede mostrar
bastante reservado en un principio, pero rompe el hielo pronto. Al saludarse
raramente se besan, a no ser que sean personas muy cercanas y, por lo general,
la gente que no se conoce bien no se tutea entre sí. Incluso entre conocidos
siguen utilizando “señor” (Pan) o “señora” (Pani). Para los polacos tiene
gran importancia la distinción entre conocido y amigo, reservando este último
para personas verdaderamente cercanas.
Tolerancia religiosa
Aunque el 90% de los polacos se declaran
católicos, también abundan las mezquitas, sinagogas e iglesias ortodoxas.
Además de los católicos, en Polonia hay medio millón de feligreses de la
iglesia ortodoxa, 130.000 testigos de Jehová, musulmanes y otros fieles.
Antes de la II Guerra Mundial, Polonia era un país en el que
convivían varias religiones debido a la historia del mismo y sus fronteras, muy
diferentes a las actuales. En las regiones orientales de Polonia perdura la
religión ortodoxa y musulmana. Los islamitas tienen sus iglesias más
representativas en Bohoniki y Kruszyniany, y algunos de los templos ortodoxos
más bellos se encuentran en las montañas de Bieszczady.
Las sinagogas existían prácticamente en
todas las localidades. Después del Decreto de Isabel la Católica de España, algunos judíos viajaron hasta Polonia,
donde el Rey Casimiro les regaló tierras que se convirtieron en el actual barrio judío de Kazimierz de Cracovia.
En contra del fenómeno de las guerras
religiosas en Europa, Polonia se declaró "tierra sin fuegos". Este
credo está inscrito en la lista de los documentos más importantes de la
Humanidad de la UNESCO. Por ello y por otros muchos motivos podemos hablar de
Polonia como de un país de tolerancia religiosa en el que siempre han convivido
pacíficamente varias religiones.
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